Estamos tal vez en la mejor época para hacer buen periodismo científico. Las fuentes proliferan (ya sean testimoniales o documentales), además de que existen diversidad de revistas y sitios web científicos que hacen un buen trabajo a la hora de difundir lo que los investigadores descubren.
Al mismo tiempo, todos estos factores positivos pueden desencandenar la "tormenta perfecta" para el fracaso de un reportaje; demasiada información mal procesada puede derivar en un reportaje pesado, complicado de entender, falto de estructura narrativa que atrape a un lector a querer leer. En el fondo de esta cuestión está siempre la misma pregunta: "¿cómo logro convencer a un lector de que dedique parte de su tiempo a leer un reportaje sobre un tema que, aparentemente, no le afecta directamente?
Para hacer buen periodismo científico son necesarias varias habilidades que son básicas para cualquier periodista pero que en esta área se vuelven aún más indispensables: precisión, rigurosidad, búsqueda de múltiples fuentes, redacción sencilla pero a su vez atractiva, una idea clara del reportaje que se quiere escribir.
¿Se logra llegar a estos parámetros en los ejemplos que les propongo a continuación?
Pelar hasta los tomates. Reportaje de Leonardo Haberkorn publicado por la revista Placer.
¿Bebes perfectos? Estudio crea polémica. Reportaje de Carina Novarese publicado por el diario El País, suplemento Domingos.
The science of a happy marriage. Reportaje de Tara Parker Pope, New York Times.
Prevenir el cáncer tiene precio. Reportaje de María Sahuquillo , publicado en El País de Madrid.
The Plastic Panic. How worried should we be about everyday chemicals? Reportaje de Jerome Groopman, publicado por The New Yorker.
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